GENERAL IGNACIO ZARAGOZA |
El 10 de abril de 1829 después de un golpe apoyado por Estados Unidos y el General Ignacio López de Santa Anna, asumió la presidencia de México el liberal Vicente Guerrero, quién, entre otras medidas decretó la prohibición de importar esclavos a México. Esta decisión motivó un profundo malestar en el territorio esclavista de Texas, después de esto no tardó en generarse varios disturbios. Dentro de este clima de tensión política, en el pueblo de Bahía de Espíritu Santo, Miguel Zaragoza, un militar de Veracruz, y María de3 Jesús Saguín, una bella muchacha de San Antonio de Béjar tuvieron un niño al que bautizaron con el nombre de Ignacio.
Siguiendo a su padre de cuartel en cuartel, Ignacio pasó su niñez de un colegio a otro. Donde más tiempo estudió fue en uno de Matamoros y en el seminario de Monterrey en el que fue internado para que siguiera la carrera eclesiástica. Pero él ya de adolecente, mostró una mayor inclinación por las armas que por su religión, de modo que cuando, el 7 de julio de 1846, México declaró la guerra a Estados Unidos a raíz de la anexión estadounidense de Texas, no fue extraño que hallándose con sus padres con sus padres en Zacatecas, les planteara seriamente dejar los estudios sacerdotales y luchar por su tierra natal. A pesar de las reservas de su madre, Miguel, su padre, militar al fin, no se opuso a la decisión de su hijo, quién enseguida marchó para enrolarse como cadete. No fue aceptado y, contrariado antes que decepcionado, Ignacio volvió a su hogar.
Después se dirigió a Monterrey, donde se dedicó al comercio durante unos años hasta que, al formarse las guardias nacionales tuvo una nueva oportunidad, ingresando con el grado de sargento primero.
En 1853, el General Antonio López de Santa Anna, quién había sido llamado por los conservadores para ocupar la presidencia de México, dispuso que las Guardias Nacionales fueran integradas al Ejército. Durante este proceso Ignacio fue ascendido a Capitán y trasladado a Tamaulipas. Y un año después, estalló en Guerrero el Plan de Ayutla contra el presidente Antonio López de Santa Anna. Ignacio que se había adherido al partido liberal, apoyó la insurrección y destacó en la toma de saltillo, el 23 de junio de 1855, tras la cual fue ascendido al grado de coronel y en la defensa de Monterrey.
En el sur del estado de Jalisco, Zaragoza y el general Ogazón cortaron la retirada a las tropas conservadoras derrotadas en Sinaloa hasta que debió acudir a reunirse con el ejército de González Ortega, junto con quien libro un breve y violento combate en Silao donde las tropas de Miramón fueron derrotadas. Poco después Zaragoza se sumó al sitio de Guadalajara que se había reiniciado el 22 de septiembre y dirigió las operaciones militares hasta la rendición de la plaza. Ascendió a general, interviene en la batalla de Calpulalpan, que significó la consolidación del régimen constitucional, y, a sus treinta y un años, el presidente Benito Juárez lo nombró ministro de Guerra y Marina el 13 de abril de 1861.
Ese mismo año ante la precaria situación el gobierno de Juárez suspendió el pago de la deuda Internacional y ello movió a Francia, Gran Bretaña y España a invadir el país en octubre. Ante los acontecimientos, Zaragoza renuncia a su cargo unos días antes de la navidad de 1861 y se hizo cargo de una división para hacer frente a los invasores. Tras la disolución del ejército tripartita, sólo quedó en México el ejército Francés, contra el cual se enfrentó Zaragoza el 28 de abril de 1862 en Acultzingo. La victoria le supuso ser designado comandante en jefe del Ejército de Oriente, con el cual libró, el 5 de mayo, la batalla de Puebla. Después de esta acción Ignacio Zaragoza murió de fiebre tifoidea el 8 de septiembre de 1862.
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